Borrador de documento presentado en reunión internacionalista
Imperialismo, decadencia y oportunidades
El
actual ciclo de conflictos militares, económicos y políticos - en definitiva el
recrudecimiento de la lucha de clases - es una clara demostración de que más
allá de los indicadores coyunturales, la crisis del capitalismo abierta en el
2008 está lejos de ser un mal recuerdo. La economía mundial no despega, la
deuda creció y está un 12% por arriba de 2009, cuyo principal motor (del endeudamiento)
es China con el 47% del total mundial desde 2007, según el último informe del
FMI.
Hoy,
entre otros elementos, el mundo atraviesa una guerra comercial con medidas de
dumping, que comenzó hace unos meses en Washington con el anuncio de una imposición
unilateral de fuertes aranceles a la importación de acero (25%) y aluminio
(10%) con el fin de proteger la industria norteamericana. Esto no es otra cosa
que una violenta puja por ganar parte de la masa de plusvalía que no se realiza
a raíz del estancamiento.
La
suba de la tasa de interés de la FED va también en ese sentido, atrayendo
capitales especulativos - cada vez más “gaseosos” - a la economía yanqui, que
no despega por la imposibilidad de realizar su propia producción, sino que se
sostiene con el suero de una nueva burbuja, esta vez no inflada sobre los
créditos inmobiliarios sino sobre los intereses de las colocaciones
financieras, de ahí el concepto relacionado al “gas”, que utilizan algunos
economistas. Esto además agrava la crisis en los países dependientes, ya que
los capitales migran hacia EEUU cerrando el grifo del endeudamiento externo
para el tercer mundo, lo que profundiza la debacle en esas economías, como
recientemente se vio, con diferente profundidad en Turquía, Argentina y Brasil.
La situación da cuenta de que lo que subyace
continúa siendo una colosal crisis de sobre producción propia de los ciclos del
capitalismo, aunque en este caso con una envergadura tal que es improbable que
salga de la misma sin la destrucción en masa de enormes fuerzas productivas, en
una escala aún mayor que en las dos guerras inter imperialistas del siglo XX.
¡Esta es la razón por la cual Trump alienta la guerra contra Irán, rompiendo
unilateralmente el Pacto 5 más 1 construido entre los imperialistas y ese país
para garantizar la estabilización de la región!
Mientras
los yanquis proponen esa perspectiva, aliados a sus perros falderos sionistas,
negocian con China - a través del pacto entre las dos Coreas - para concentrar
sus ataques comerciales y financieros contra el Bundesbank (Banco Central de
Alemania) que es el dueño económico de la Unión Europea, con la cual Estados
Unidos compite directamente en el sentido de apropiarse de la cuota de
plusvalía que le permita salir, aunque sea momentáneamente, de la gran crisis
iniciada con la debacle del Lehman Brothers en 2005. ¡El problema de los
imperialistas conducidos por Trump es que no cuentan con el apoyo obrero y
popular que necesitarían para ir a la guerra, ya que las masas de ese país
están hartas de este tipo de aventuras!
La diferencia y lo que empeora las perspectivas para el capitalismo, es
que a fines del siglo pasado, con la caída del llamado “Socialismo Real” el
imperialismo encontró enormes mercados y grandes masas de fuerza de trabajo
(barata) producto de la proletarización de la población de China - y en menor
medida de Rusia - lo que significó años de sobrevida para un sistema que ya
estaba muy mal herido en la década del 70.
Hoy
ya no hay mercados nuevos, el mundo está repartido y el entrelazamiento de la
producción es el mayor de la historia. China, que es un país imperialista
importante, también actúa como semicolonia, ya que los europeos y los yanquis
tienen en su territorio buena parte de las industrias de punta más importantes,
desde las cuales compiten entre sí por el mercado mundial y por ganarse los
favores de la burocracia del estado chino.
En
este contexto, y con las dificultades del imperialismo de pasar a la ofensiva
en términos de una guerra de grandes proporciones - como la Primera o la
Segunda contienda internacional - en los últimos años se viene desarrollando un
proceso de agudización de la lucha de clases que gestó importantes experiencias
de masas con formas de democracia directa (asambleas populares y milicias) como
en zonas de Siria y en el Kurdistán. No
es casualidad que allí es donde los dueños del mundo han tratado de implementar
sus políticas genocidas más significativas, a través de la supuesta “guerra
contra el terrorismo”.
Como tampoco es casual que en ese territorio hayan
estado peleando entre sí, a través de los “proxies” o fuerzas mercenarias
tercerizadas, distintas fracciones del imperio, incluso del propio Estados
Unidos, que se dividió en relación a apoyar o no a ISIS. Aunque
en esa región la lucha de clases asumió ya la forma de guerra civil, empujando
procesos de lucha en los países fronterizos (como Irán, Armenia, Palestina o
Turquía) no es menos abierta en otras partes, como se acaba de expresar en
Francia durante la gran huelga ferroviaria, en la cual sus trabajadores
mostraron altos niveles de conciencia y solidaridad de clase. ¡Ni qué hablar de
las grandes movilizaciones y rebeliones populares en América Latina, como en
Nicaragua, Venezuela o Argentina con su 18 de diciembre!
Es
que aunque la crisis golpee de manera desigual no hay país en el mundo que
escape al estancamiento - y la consecuente reacción del movimiento de masas,
que de conjunto está en lucha - como señalamos más arriba, ya que el
Capitalismo necesita desesperadamente destruir fuerzas productivas y
reconfigurar el mapa de los mercados existentes. El medio para lograrlo es la
guerra y el gran freno que encuentra es la lucha de clases, a través de la resistencia
que oponen trabajadores y los pueblos, incluso dentro de EEUU, que desde hace
décadas no logra consenso para sus embestidas colonialistas. Esta situación es
un muro para el avance de los planes guerreristas del imperialismo, que no han
logrado desde hace muchos años reconstruir una alta “moral” de combate entre
sus tropas, dentro de las cuales se profundiza y extiende el aporte mercenario.
Crisis
en la base y en las alturas
Existen
elementos nuevos en esta coyuntura, porque además de la profundidad del
estancamiento económico desde hace unas décadas el mundo está siendo atravesado
por un fuerte debilitamiento de la institucionalidad burguesa. La crisis que se
expresó abiertamente como crisis de gobernabilidad en Grecia o la ruptura del
bipartidismo en España, son parte de este importantísimo proceso, que dio lugar
a los populismos en América Latina y a la llegada de Trump al gobierno de
EEUU. La burguesía ya no puede gobernar
por los mismos canales de siempre, ya que la profunda debacle que cruza a los
partidos políticos y el conjunto del régimen representativo incluye a las
estructuras sindicales burocráticas, que históricamente han constituido el
principal dique de contención del desarrollo de la movilización revolucionaria
y la conciencia socialista de la clase obrera.
Son
esos diques los que se resquebrajan dando lugar a formas de organización
asamblearias o herramientas para la democracia directa dentro de las cuales las
masas deliberan, deciden y llevan adelante esas decisiones. Estos son, en
definitiva, avances de la lucha de clases en el contexto de una época
revolucionaria, que como señalamos anteriormente se desarrolla de forma
desigual en todo el planeta. Esto es un
signo claro de que la debacle terminal del capitalismo implica el agotamiento
político de sus formas de dominación, que aunque históricamente fueron
superadas por las victorias de la Comuna de París y la Revolución Soviética,
todavía persiste debido a que continúan existiendo sus bases materiales, lo
cual hace que las masas todavía depositen cierta ilusión y expectativas en la
democracia burguesa.
A
pesar del papel siniestro de la burocracia sindical y del resto de las
instituciones burguesas, la tendencia principal de la lucha de clase va en el
sentido de superar estos escollos. Esta dinámica comenzó a materializarse a
través del proceso participativo o “asambleario” que recorre el mundo y de sus
productos más avanzados: los incipientes organismos de características
soviéticas, como los consejos locales sirios, las asambleas populares del
Kurdistán Sirio o Rojava y las luchas de los trabajadores europeos, como ahora
sucede con los compañeros y compañeras de Francia.
Necesidad
y oportunidad histórica
Estas
condiciones son, desde nuestro punto de vista, excepcionalmente favorables para
el desarrollo de un movimiento revolucionario, o dicho en otras palabras para
la construcción de una nueva dirección que le dé un curso al creciente
movimiento de masas que atraviesa el mundo. Esta situación es asumida por la
propia burguesía, que ya está tratando de construir nuevas trampas para este
posible desarrollo. Por esa razón,
agotadas las opciones tradicionales de los partidos patronales es probable que
como sucedió en América Latina en la última década, los capitalistas recurran a
opciones progresistas o frente populistas, que en el fondo no pueden representar
(en las condiciones actuales del imperialismo) ninguna posibilidad real de
progreso ni de satisfacción de las expectativas de las masas.
Una
corriente revolucionaria debe llevar adelante una lucha abierta contra todas
estas opciones, que de fortalecerse seguirán llevando a los trabajadores al
callejón sin salida de la democracia burguesa. Teniendo en cuenta esto y que
las condiciones objetivas para la revolución socialista están más que maduras
en todo el mundo, debemos promover la ruptura política y orgánica con todas
estas opciones burgueses o pequeño burgueses.
Eso implica, de acuerdo al desarrollo particular de cada región, la
construcción de organizaciones revolucionarias que promuevan la independencia
de clase y la profundización del estado asambleario para convertirlo en una
herramienta al servicio de la lucha revolucionaria ¡Debemos ganar para esta
perspectiva a corrientes, grupos y partidos provenientes de diferentes
tradiciones si aparecemos presentando una durísima pelea contra todos los enemigos
la organización, movilización, lucha e independencia de la clase trabajadora!
Hay luchas, es cierto, aunque también un sector de la clase obrera
expectante.
Luchamos contra el
capitalismo y la burguesía porque son los principales enemigos de la clase
trabajadora, haciéndolo en contra de todas sus opciones políticas, ya sea
aquellas que en las que se presentan más descaradamente – como los Macri,
Piñera, Temer y compañía – como las otras en las que aparecen levantando
banderas falsas, como el “Socialismo del Siglo XXI” o proyectos a través de los
cuales dicen pelear por la reconstrucción de un “Capitalismo serio y humano”,
que arrastran a la izquierda oportunista que se ha transformado en furgón de
cola de estos proyectos. Todas estas alternativas no hacen otra cosa que
profundizar los lazos del capitalismo local con sus pares del capitalismo
extranjero e imperialista, como sucede en Argentina, Brasil, Ecuador,
Venezuela, Bolivia y todo el continente.
Por
otro lado, si bien no es “frentepopulista” o agente directos de la burguesía
“nacional y popular”, la izquierda centrista constituye un escollo para avanzar
hacia la independencia de clase y la conquista del poder. Por más que estos
grupos realicen propaganda socialista, boicotean la posibilidad de que la clase
trabajadora rompa los diques de contención de la podrida burocracia sindical y
sus jefes políticos populistas, ya que terminan actuando como consejeros de
izquierda de los dirigentes traidores o como simples aparatos de presión de
estos. La negativa de este sector de la
izquierda argentina de convocar a una Asamblea Nacional de Trabajadores para
discutir y resolver un Plan de Lucha Independiente es una expresión clara y
contundente de una política de adaptación a la democracia burguesa, que marcha
a contrapelo de los acontecimientos del 18 de Diciembre, que demostraron las
posibilidades reales de que la izquierda lidere con audacia la resistencia
anticapitalista, obrera y popular.
¡El
Paro de Mujeres, construido en la Argentina por una Asamblea de organizaciones
de izquierda y feministas radicalizadas, es otra expresión acabada de las
posibilidades que existen de impulsar una agenda propia de luchas que se
conforme como gran punto de referencia hacia el movimiento de masas, que está
buscando una nueva dirección sindical y política! Le damos importancia a la Argentina no por
localismo, sino porque constituye uno de los destacamentos de vanguardia de la
lucha de clases, marcando la tendencia general del resto de los países de la
región en lo que hace a la combinación dialéctica entre factores objetivos y
subjetivos. Tener en cuenta lo que allí sucede no significa repetir
mecánicamente las políticas que allí planteamos, sino aprovecharnos de sus
principales enseñanzas.
Los
revolucionarios y las revolucionarias nos encontramos ante una situación que
puede significar una bisagra en la lucha de clases en el mundo, obligándonos a
actuar con audacia y confianza en la clase obrera y nuestro programa, ayudando
a concretar la misión histórica del proletariado, evitando así que la situación
culmine en nuevas masacres… A doscientos años del nacimiento de Carlos Marx,
sus consignas están más vigentes que nunca: ¡Socialismo o Barbarie... el
proletariado no tiene nada que perder, salvo sus cadenas… Tenemos en cambio,
todo un mundo que ganar! .
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